lunes, 27 de noviembre de 2017

CROMATOGRAFÍA DE SUELOS

C





Cuando hablamos de suelo nos estamos refiriendo a un enorme y complejo ecosistema con un entramado de relaciones que quizás no lleguemos a descifrar nunca en su totalidad. Allí, cada componente tiene múltiples funciones que se potencian cuanto mayor sea la biodiversidad que encontremos. A esto se le llama sinergia. Se puede decir, a modo de ejemplo, que un microorganismo específico puede cumplir diversas funciones variando éstas de acuerdo a la presencia o ausencia de determinado nutriente, la existencia de mayores o menores niveles de oxígeno, el contenido de materia orgánica, la presencia de otras especies de microorganismos y una larguísima lista de etcéteras…
Para refrescar la memoria, la “salud del suelo” es la armonía entre las 3 M: microorganismos, minerales y materia orgánica.
El gran problema es que el conocimiento en que se fundan nuestras prácticas de cultivo actuales desconocen esta complejidad, considerando al suelo poco más que como un soporte para las plantas. Hasta tal punto llega esta simplificación que se ha dado lugar a sistemas de producción que no necesitan suelo, como la hidroponía.
Uno de los responsables más influyentes en esta forma de ver el suelo -y la naturaleza en su conjunto- fue el industrial y químico alemán Justus Von Liebig, quien en 1840 postuló una serie de ideas respecto a la nutrición vegetal. De acuerdo a ellas, una planta puede ser mantenida solamente con sales minerales, las cuales, si faltan del suelo son proporcionadas desde afuera en forma de fertilizantes. A partir de allí, la industria se abocó a fabricar las sales minerales que “tanto necesitaban” los cultivos. Y la investigación científica relegó el estudio de la vida del suelo para concentrarse en encontrar dosis apropiadas, sistemas de fertilización, riego, maquinaria específica, etc.
Esfuerzos que, hasta el día de hoy, siguen creciendo de la mano de las causas de esta peligrosa simplificación: salinización de suelos y napas, aparición de plagas y enfermedades vinculadas a la fertilización, incremento de los costos de cultivo, pérdida de biodiversidad en los suelos, dependencia de insumos e inestabilidad de los rindes.
Los análisis que se desarrollaron entonces para averiguar el estado de los suelos sólo responden a indagar cuestiones muy parcializadas como el nivel de determinado nutriente. ¿Cuánto dinero se gasta, por ejemplo en trigo o maíz, en función de un análisis de suelo en el que sólo se hizo recuento de dos nutrientes como el Nitrógeno y el Fósforo? ¿Las enfermedades de nuestros cultivos que luego debemos afrontar con más erogaciones, no son producto de los desbalances que provocamos con el fertilizante? Nada nos dicen estos análisis tan corrientes de lo que sucede con los microorganismos y el estado de la materia orgánica.
Es como si el médico, ante nuestra consulta, nos recetara una costosa intervención quirúrgica habiendo tan sólo tomado nuestra temperatura.
Intentando resolver estos mismos interrogantes, desde la misma Alemania de Liebig surge una propuesta: A pedido de un grupo de agricultores orgánicos, el bioquímico Ehrenfried E. Pfeiffer adapta durante los años 20 una técnica utilizada en la medicina al estudio de la salud integral del suelo: la cromatografía sobre papel. Esta técnica, que lleva un sencillo procedimiento, permite evaluar la integración entre las 3M y permite inferir qué cosas o factores pueden estar afectando su armonía.
La muestra de suelo se hace correr sobre un papel de filtro en el que quedará plasmado un dibujo circular con zonas bien definidas. Sobre ese dibujo observaremos entonces su coloración, las formas que se adoptan y la integración entre las distintas áreas. En ellas puede verse si en el suelo predominan procesos de mineralización (con pérdida de materia orgánica), si existe un adecuado equilibrio entre los procesos de oxidación y reducción, si la materia orgánica se encuentra bloqueada (por falta de acción de microorganismos) o si, por el contrario, predominan los procesos de humificación. También es posible determinar si los fertilizantes y agroquímicos están interviniendo en los deseables procesos naturales. Al ser un método cualitativo, su interpretación requiere de un entrenamiento especial y de conocer información complementaria sobre el suelo que se está evaluando: historia de uso, textura, profundidad, compactación, uso de fertilizantes y agroquímicos, etc.
El dominio de esta técnica, que resulta muy usada por técnicos y productores relacionados al cultivo orgánico, se convierte entonces en el centro de las pruebas diagnósticas utilizadas para la toma de decisiones posteriores. Es interesante considerar entonces que la cromatografía no reemplaza los análisis convencionales que actualmente se realizan (en los que se evalúa porcentaje de MO, contenido de macronutrientes y pH) sino que estos resultan complementarios. También pueden realizarse estudios sencillos de penetrometría (compactación), análisis de actividad biológica, identificación de microorganismos presentes, evaluaciones de micro y mesofauna (cantidad de lombrices, presencia colémbolos, recuentos de especies).
Es útil, luego de su primer utilización, para seguir y evaluar en el tiempo el impacto de nuevas prácticas productivas y su incidencia en el suelo. Su utilización también requiere que se establezcan cromatogramas patrón, con las situaciones y cultivos más frecuentes de cada región. Todas estas evaluaciones –con la cromatografía como centro- en modo alguno nos darán un conocimiento acabado de lo que sucede en ese microcosmos que pisamos a diario pero ya no estaremos cometiendo el error de tomar caras decisiones con apenas un dato o dos.
El desarrollo de técnicas analíticas que permitan inferir en forma más amplia el impacto de nuestras acciones resulta central para la transición a nuevos esquemas socioproductivos; que pueden llamarse agroecología, agricultura sustentable, regenerativa o ecológica. Para esto, el compromiso de escuelas agropecuarias, técnicos independientes con iniciativa, INTA o universidades regionales es fundamental.
Desde el surgimiento de los productos comerciales con microorganismos eficientes (EM según su sigla en inglés), algunas empresas han incorporado a la cromatografía dentro de su foja de servicios. Lo interesante resultaría que -más allá de las oportunidades comerciales- se comprenda que de la salud de nuestros suelos depende la humanidad entera y que esta salud no se fortalece con mayor cantidad de fertilizantes (como pregonan por ahí). La salud de nuestros suelos se regenerará si somos capaces de imaginar y llevar adelante un modelo distinto de producción y de vida. Con el actual, es inútil hablar de cromatografía.

CRISTIAN CRESPO

lunes, 24 de octubre de 2016

Las 3 M de nuestros suelos

LAS 3M DE NUESTROS SUELOS: Hoy Microorganismos
En algún artículo anterior hablé del mecanismo por el cual los insectos y hongos llegan a superar las defensas naturales de los vegetales generando una enfermedad o un estado de estrés tal que puede terminar en daño para el cultivo. El equilibrio nutricional de las plantas resulta determinante para esto. Y el tema comienza en el suelo.
Hace pocos días llegaron a mis manos tres libros muy viejos cuyo autor es André Voisin. Este autor postulaba que un profundo conocimiento del suelo y el fortalecimiento de su entramado biológico conduciría a pasturas más sanas y productivas, que los animales que las consumieran también lo serían y que esta virtud se trasladaría luego a las personas que se alimentaran de ellos. Una cadena de razonamiento simple, basada en el conocimiento científico y experimental de las relaciones naturales.
Voisin fue tan sólo uno de los autores que investigó esto, el tema es viejo y varios científicos y agricultores han hablado de él. Todos han coincidido en la afirmación de que un suelo sano es la adecuada conjunción y equilibrio entre microorganismos, materia orgánica y minerales. Las 3 M de nuestros suelos.
Las prácticas tradicionales que se realizan en la agricultura (fertilización, labranzas, uso de agroquímicos) atentan contra la vida de millones de seres microscópicos habitantes naturales del suelo por los cambios en las características del medio en que habitan (pH o salinidad, por ejemplo),   efecto de la radiación solar directa, deshidratación, desbalances que hacen que mueran o se alteran sus relaciones.
Afectar este enorme y misterioso ecosistema que pisamos a diario, afecta directa e indirectamente nuestra producción y nuestra alimentación. Este ejército de millones y millones de microbichitos participan de un montón de procesos entre los que se pueden citar: degradación de resíduos orgánicos, solubilización de nutrientes, simbiosis con vegetales para mejorar la absorción de nutrientes, control de parásitos y microorganismos patógenos, degradación de sustancias contaminantes, estabilización del humus y una larga lista de etcéteras. Bajo nuestros pies existe un bastísimo, apasionante y muy poco conocido universo. 
El tema es...¿cómo recuperar o potenciar la microbiota de nuestros suelos para que este ecosistema actúe a nuestro favor también?
En primer lugar es necesario conocerlo, saber qué relaciones básicas existen y cómo influyen en nuestro sistema. En segundo lugar, qué estrategias podemos llevar a delante para colaborar o permitir esas relaciones, o sea, convertir el conocimiento en tecnología. Por ejemplo, cualquier productor o técnico conoce el valor de inocular las leguminosas (soja y alfalfa) con bacterias nitrificadoras y eso es entonces una práctica corriente en nuestros campos.
Esto debe analizarse como un fortalecimiento del suelo y sus características. No como un agregado más de un insumo específico.
Hoy hay varias empresas que comercializan productos con bacterias y hongos que intervienen en el ciclo del fósforo, solubilizándolo y entregándolo a la solución del suelo para permitir la absorción por parte de las plantas. También hay bacterias que se están comercializando para usarlos como antagonistas de hongos patógenos; este es el caso de Bacillus subtilis, utilizado como fungicida en soja y trigo.
A esos microorganismos o a los productos que ellos generan se los conoce como EM (microorganismos eficientes), PGPR (Plant Growth Promotion Rhizobacteria, proviene del inglés, se traduce como Bacterias asociadas a las raíces, Promotoras del Crecimiento Vegetal), Promotores de Crecimiento o simplemente biofertilizantes. Más allá que la publicidad presenta estos productos como “NUEVA TECNOLOGÍA”, en realidad es la oportunidad comercial ante la degradación que han sufrido nuestros suelos. O sea, producimos y vendemos lo que antes destruimos y desconocimos.
El impacto del uso de estos promotores de crecimiento está mostrando sus resultados. Se logran entonces cultivos con un mejor perfil sanitario, más estables ante contingencias climáticas y  de menor costo dado su menor dependencia de agroquímicos (fungicidas por ejemplo), llegando a impactos positivos en el rendimiento físico a partir del tercer o cuarto año de su uso. Todo esto se condice con lo que esperamos del funcionamiento de un ecosistema sano.
Lo más interesante del asunto es que, luego de conocer algunas cositas básicas de la micobiología de nuestros suelos, podemos actuar dentro de nuestras chacras haciendo nuestros propios Promotores de Crecimiento.
Algunos ejemplos:
·         La bosta de bovinos (en tanto éstos sean alimentados a pasto) constituye un riquísimo inóculo de bacterias y hongos de acción positiva. El preparado de un biofertilizante puede ser hecho en cualquier chacra, con mínima tecnología (un tambor plástico, bosta de vaca y algunos productos más que se encuentran fácil y a bajo costo). Luego se aplica asperjado con una pulverizadora.
·         El lombricompuesto es una forma de poner muchos microorganismos en el suelo y de aumentar su contenido de calcio. Esto favorece todos los procesos y actúa, en particular, sobre la capacidad de las leguminosas de extraer nitrógeno del aire. Constituye una excelente forma de reutilizar resíduos del campo como restos de rollos, camas de cerdos y pollos, limpieza de tambos, etc. Una fertilizadora es lo que se necesita para su aplicación al suelo.
·         Como cualquiera de nosotros sabe reproducir levaduras antes de hacer el pan, también es posible hacer cultivos de bacterias y hongos para ser aplicados a nuestras producciones. No se requiere un laboratorio para eso.
·         Los cultivos de cobertura hacen que el suelo se mantenga cubierto y se pueda prescindir de algunas aplicaciones de agroquímicos. Esto tiene efecto positivo sobre todo el ecosistema suelo.
·         La labranza profunda alternada con algunos ciclos de ganadería hace que el suelo recupere su porosidad, llenándose de agua y aire. Un suelo que por acción de una inadecuada combinación de siembra directa y ganadería, tiende a compactarse y cambia totalmente su población de microorganismos. Proliferan aquellos que no requieren oxígeno para su vida y que casualmente muchos de ellos son patógenos para los cultivos o utilizan el nitrógeno que luego se volatiliza y se va del suelo. Nos queda entonces “una maceta”, que las raíces no pueden atravesar y sin nutrientes.
·         La rotación de distintos cultivos y ganadería lleva a un adecuado reciclaje de nutrientes y a mejorar las condiciones estructurales del suelo. Con eso, bacterias y hongos estarán agradecidos y se multiplicarán dándole las gracias a través de los rindes.

Estas son sólo algunas estrategias para consolidar el ecosistema edáfico. Como se puede analizar, nada que los productores de nuestra región no puedan llevar adelante. No se requiere de raros y costosos insumos sino del más básico, el conocimiento. Su aplicación permite que el productor mantenga su poder de decisión sobre las intervenciones que realiza en su medio.
Este poder ha sido sustituido por la lógica de la producción con altos insumos. Hoy, muchos agricultores no son sino a través de sus proveedores. Recuperar la relación con el suelo y sus características es la vía para reconocerse como agricultores y chacareros y poder permanecer como tales.

Las bacterias del suelo nos están dando la posibilidad que la industria y los gobiernos nos niegan.

 ¿Cómo reproducir microorganismos para tus suelos?

lunes, 11 de julio de 2016

¿Qué es el suelo?



Todos los días lo pisamos, algunos días trabajamos en él, siempre lo mencionamos pero....¿sabemos qué es el suelo?

Podemos definir al suelo como la piel del planeta Tierra. Una muy finita capa formada por minerales, materiales orgánicos, microorganismos, aire y agua que sostiene toda la vida que conocemos y mucho más.

El suelo se formó durante millones de años a partir de lo que se conoce como roca madre. Desde entonces y por mucho tiempo, la acción conjunta del clima, las raíces y microorganismos; así como la actividad humana han ido dándole forma a lo que hoy conocemos cómo suelo. De acuerdo al material del cual se formaron y del relieve del lugar es que tenemos muchas clases de suelos distintos, incluso en una pequeña zona.


Un suelo sano es aquel que por sus características tiene la capacidad de sostener mucha vida vegetal. Podemos decir que la permanencia de todas las especies depende de la calidad de los suelos. Por eso, el conocimiento del suelo, sus partes y la relación entre ellas es fundamental para sostener en el tiempo la producción de alimentos y la vida toda sobre el planeta.




ACTIVIDADES

  • Mirar el video, realizar un breve comentario sobre el mismo en este blog. De acuerdo a lo que el profesor le contó a sus alumnos, ¿Qué función tiene la cobertura del suelo?
  • Preguntar en la zona qué tipos de suelos se encuentran, dónde, qué características tiene cada uno y qué problemas lleva asociado. Completar luego la siguiente tabla: 

Tipo de suelo
Ubicación
Características
Usos
Problemas















La materia orgánica






Si la fracción mineral -que representa mas o menos el 40% de nuestros suelos- fueran ladrillos, haría falta el cemento que los mantuviera unidos. Esa es la materia orgánica. De esta forma, la fracción mineral más la materia orgánica constituyen lo que conocemos como ESTRUCTURA DEL SUELO.



En los suelos de nuestra zona, la MO alcanza más o menos el 2,5 o 3% de su composición. Está formada por restos de animales, plantas, hongos y bacterias en descomposición.
Podemos decir que un suelo rico en MO es un suelo fértil y sano ya que en ella se retienen los nutrientes minerales que nutren a las plantas y a toda la vida del suelo. Además, los suelos ricos en materia orgánica retienen el agua mucho más que aquellos suelos que son más pobres.

Por acción de los microorganismos, la materia orgánica forma compuestos estables que se mantienen por mucho tiempo y que le dan a los suelos su color negro. A esos compuestos le llamamos HUMUS. Los suelos ricos en humus son los que la gente llama "tierra negra" y son los mejores suelos para los cultivos.

Los suelos de textura gruesa (arenosos) suelen tener menores contenidos de MO porque ésta es rápidamente atacada y desintegrada por los microorganismos. En cambio, los suelos más finos suelen ser más estables en sus cantidades de materia orgánica.

La forma en que se agrupan y unen las partículas del suelo define su ESTADO DE AGREGACIÓN. Es decir que estudiando la estructura del suelo nos daremos una idea de su salud.
La condición más deseada es la de estructura granular. De acuerdo al origen del suelo y a la actividad humana, se pueden presentar otras estructuras que afecta la capacidad de penetración de las raíces, la infiltración del agua, etc.
Las alteraciones que provoca el humano a través de las labores, pastoreo excesivo con animales e inadecuado usos de agroquímicos genera variaciones en los contenidos de MO que pueden llegar a alterar la estabilidad de los suelos, su producción y con ella, la capacidad de producir alimentos en cantidad y calidad.

ACTIVIDADES:


  • En las parcelas elegidas realizar un pozo de 40cm de lado por 40cm de profundidad. Observar su estructura, si existen capas endurecidas y a qué profundidad. Intentar extraer raíces y observar su forma de crecimiento: ¿es profundo o existe alguna zona que no pueden atravesar?
  • Tomar una muestra de suelo. Limpiarla de raíces, insectos y hojas. Intentar molerla con ayuda del fondo de un vaso sobre un plato. Con la muestra ya molida, echar una cucharada en una botella o frasco trasparente con agua. Observar si el agua se enturbia.
  • La muestra de un suelo bien estructurado, ¿enturbiará el agua antes o después que uno que no lo está?, ¿por qué?
  • Comenten sus resultados en este blog.



lunes, 4 de julio de 2016

La textura del suelo

El suelo -a diferencia de lo que muchos creen- no es simplemente "una maceta" en la que crecen las plantas y a través del cual podemos desplazarnos.
Debajo de nuestros pies suceden una enorme cantidad de procesos que luego influirán en el crecimiento de los vegetales, en los animales que de ellos se alimentan, en las personas, en el clima y podría decir sin miedo a equivocarme, en la sociedad toda.

Decimos que el suelo tiene una textura. Esto es de alguna manera, el esqueleto mineral del suelo. Está constituido por arena, limo y arcilla; estás partículas tienen distintos tamaños y comportamientos.
El cuadro y las imágenes revelan los tamaños de cada porción.
De acuerdo a la proporción de cada partícula en el suelo, las características de cada uno será distinta. Así, un suelo con mucha arena (arenoso) será un suelo más caliente y con menos retención de agua y un suelo con mayor cantidad de partículas finas (arcilloso) será más "pesado" y con tendencia a encharcarse.


ACTIVIDADES:
1) Poner una porción de suelo de nuestras parcelas en estudio en una botella o frasco de vidrio. Previamente debemos haberla desmenuzado y retirado raíces, palos, hojas, lombrices o lo que tuviera.
Llenar la botella de agua (aproximadamente 1/3 de tierra y 2/3 de agua) y agitar enérgicamente. Dejar reposar 24 horas.
Los distintos materiales del suelo irán decantándose de acuerdo a su peso. Las arenas quedarán en el fondo, los limos quedarán al medio y las arcillas arriba.


Calcular, de acuerdo a la proporción de la mezcla, la textura del suelo en estudio. Para esto, esta imagen puede ser de gran ayuda.


PUBLICAR LOS RESULTADOS DE CADA UNO COMO COMENTARIOS EN ESTE BLOG. 

Buena suerte y a ensuciarse!!